Mochilas, bolsas de almuerzo, estuches de lápices y cuadernos forman parte del tradicional patrón de compra del ritual de vuelta al cole al final de cada verano. Los estudiantes de más edad incluyen nuevas tecnologías como teléfonos inteligentes, tabletas y ordenadores portátiles para ayudarles en las tareas académicas. Desde preescolar hasta postsecundaria, estudiantes de todas las edades se preparan para volver a un entorno de aprendizaje en esta época del año.

Pero, ¿qué hay de la preparación mental que conlleva esta transición de las vacaciones al aprendizaje diario? Para algunos estudiantes, la vuelta a la rutina escolar puede ser positiva, pero para los que tienen problemas de aprendizaje es un momento muy estresante. Muchos factores pueden provocar estrés en los estudiantes, que puede o no manifestarse en su actitud, comentarios o comportamiento. Algunos de estos factores son las expectativas académicas (¿estaré a la altura del material del nuevo curso?), sociales (¿tendré amigos en mi clase?) interpersonales (¿me gustará mi profesor y me llevaré bien con él?) y emocionales (¿mi año será tan bueno o tan malo como el anterior?).

Mantener conversaciones regulares entre usted y su hijo, independientemente de su edad, es una forma de reducir la preocupación, que puede generar más ansiedad a medida que transcurre el primer día o las primeras semanas de colegio. La diferencia entre el nerviosismo y la ansiedad es el nivel de comodidad del niño al enfrentarse a una situación desconocida y su capacidad de adaptación al cambio. Los niños y adolescentes desarrollan resiliencia con el ciclo anual de vuelta al cole si se les prepara y organiza adecuadamente para estas transiciones.

Las transiciones incluyen las rutinas del hogar a la guardería, de ir andando al autobús escolar, separarse de los padres y hermanos mayores, cambiar de curso, de tipo de programa o de escuela. Independientemente de la edad del alumno, hacer un simulacro del primer día para calcular el tiempo, comprobar las rutas de transporte público o las zonas de parada del autobús escolar, visitar la escuela y discutir los planes de comunicación entre el niño y los padres, son formas útiles de fomentar la comodidad y las habilidades de preparación en un niño o adolescente.

La emoción de volver a ver a los amigos que se han perdido, de estar en un nuevo entorno de clase y de conocer al nuevo profesor o profesores debería generar, en general, sentimientos positivos de anticipación. Las primeras impresiones actúan como catalizador de la aceptación, tanto para los profesores como para los alumnos, en una nueva situación de aprendizaje. Muchos profesores no son conscientes de cómo el lenguaje corporal, el tono, el volumen y el atuendo contribuyen a causar una primera impresión positiva a un nuevo alumno, que suele establecerse en los primeros treinta segundos de interacción con el grupo. En la primera interacción personal entre profesor y alumno suele darse una segunda oportunidad. Una disposición positiva y la confianza proyectada por el adulto son los primeros elementos de apego inicial que un niño sentirá hacia un adulto en una posición de responsabilidad. Para los adolescentes, percibir que el profesor es competente en la materia y que puede relacionarse con ellos es también un marcador inicial importante para fomentar la seguridad en su entorno de aprendizaje.

¿Cuándo desemboca la ansiedad en fobia escolar? Cuando un niño se preocupa hasta tal punto que perjudica su funcionamiento y su proceso de pensamiento cotidiano y afecta a los mecanismos de afrontamiento necesarios para la resiliencia en el entorno escolar. Muchos desencadenantes sociales o académicos pueden desviar a un alumno de su trayectoria de confianza, autoestima y autovaloración, impidiendo su capacidad de aprendizaje. La negativa de un niño a ir a la escuela, las quejas de enfermedad física (manifestada o no), el aumento del comportamiento explosivo o el aislamiento de los demás, son señales de que ciertos síntomas de malestar se han acumulado hasta el punto de que el niño requiere la intervención de un padre, personal escolar, consejero, psicólogo u otro profesional de la salud mental para ayudarle a superar los obstáculos percibidos o reales. Trabajar en equipo para detectar y resolver un problema ayudará a devolver al niño a un estado en el que sea capaz de seguir aprendiendo.

La comunicación continua entre el hogar y la escuela es esencial para hacer un seguimiento de los pequeños problemas revelados casualmente a través de la conversación y el diálogo en casa, antes de que queden sin control y se conviertan en obstáculos para la continuidad del aprendizaje del niño, su entorno de aprendizaje y su desarrollo socioemocional. Un niño infeliz no aprende, independientemente de su edad.

Los padres pueden ayudar a sus hijos a enfrentarse al aprendizaje y a la vida escolar haciéndoles preguntas pertinentes y que les hagan reflexionar, en lugar de las habituales preguntas con guión como "¿qué tal hoy en el cole?" o "¿qué has aprendido?", que son demasiado abiertas para que los pequeños las capten y articulen y que sólo suscitarán respuestas negativas por parte de los mayores. Las preguntas sobre tareas, deberes o conceptos concretos, o sobre con quién han pasado el tiempo en momentos no estructurados, darán lugar a un diálogo más rico y a la posibilidad de compartir experiencias -o provocar situaciones de resolución de problemas- que pueden crear lazos afectivos entre padres e hijos.

 

Para más información sobre el enfoque relacional de la crianza y la enseñanza y sus repercusiones en el aprendizaje, visite el sitio web del Instituto Neufeld : www.gordonneufeld.com.

Monika Ferenczy
Consultora de Educación